Pasando por alto todos los conceptos habidos y por haber de la palabra vida, me voy a referir a lo que en realidad me aqueja por consecuencia de los parámetros a los que ésta -en mi caso- está sometida.
Hay un momento en la vida en que cada uno de nosotros se da cuenta de quién es y qué lo hace único en el mundo. Ya sea que creamos o no en esta condición, en una determinada circunstancia nuestro prójimo o nuestra mente -como es el caso de los más afortunados- nos harán caer en cuenta de que "cada uno es especial por diferentes motivos y no hay nadie que se nos iguale." Claro está, que en la mayoría casos desecharemos la idea enseguida, dado que se nos entrega esta privilegiada información de forma precipitada y sin antecedentes, lo que nos hace dudar en absoluto de estas trilladas palabras. Pues bien, existe otro inexorable momento en la vida de cada ser humano que llega a una edad razonable. Es un momento en que, a pesar de que todos quieran evitarlo, nos sentimos desamparados, englobados en un mundo propio, ajeno al que todos conocen como mundo real, absoluta completa y totalmente repleto de nuestra vida, nuestros sueños, nuestros secretos. Este inevitable momento que llega cerca o junto con la adolescencia es crucial para comprender el rumbo que llevan nuestros destinos. Porque en ese momento, a pesar de la angustia que pueda agobiarnos y de la pena que nos ahoga, nos damos cuenta que somos únicos e irrepetibles, totalmente diferentes los unos de los otros. Es un momento de soledad que llega sin ser previsto y que nos enseña más de lo que aprenderemos durante toda nuestra vida.-
Confieso haber cerrado los ojos para escribir y haber obligado a las lágrimas a callar. Confieso sentir que nada anda bien en este momento, aún sabiendo que unas pocas cosas son las que andan mal. Confieso sentirme bipolar y ajena a los sentimientos que me invadían ayer, sentir que este tema no me pertenece y que esta vida no es mia. Confieso que me he inspirado en la soledad de un extraño, en la nostalgia de una película, en el vacío de una pelea, en la inseguridad de ese te amo, en la frustración de la lluvia, en el desmerecimiento de una acción. Confieso no saber hablar pero sí escribir. Confieso pensar que la vida que se lleva aquí es insana y que no puedo esperar para salir corriendo. Confieso que si mi ventana no estuviera protegida, ahora no estaría aquí. Confieso tener lágrimas en los ojos.-
(And I still watin' for his big gesture - Chasing Liberty)
Hay un momento en la vida en que cada uno de nosotros se da cuenta de quién es y qué lo hace único en el mundo. Ya sea que creamos o no en esta condición, en una determinada circunstancia nuestro prójimo o nuestra mente -como es el caso de los más afortunados- nos harán caer en cuenta de que "cada uno es especial por diferentes motivos y no hay nadie que se nos iguale." Claro está, que en la mayoría casos desecharemos la idea enseguida, dado que se nos entrega esta privilegiada información de forma precipitada y sin antecedentes, lo que nos hace dudar en absoluto de estas trilladas palabras. Pues bien, existe otro inexorable momento en la vida de cada ser humano que llega a una edad razonable. Es un momento en que, a pesar de que todos quieran evitarlo, nos sentimos desamparados, englobados en un mundo propio, ajeno al que todos conocen como mundo real, absoluta completa y totalmente repleto de nuestra vida, nuestros sueños, nuestros secretos. Este inevitable momento que llega cerca o junto con la adolescencia es crucial para comprender el rumbo que llevan nuestros destinos. Porque en ese momento, a pesar de la angustia que pueda agobiarnos y de la pena que nos ahoga, nos damos cuenta que somos únicos e irrepetibles, totalmente diferentes los unos de los otros. Es un momento de soledad que llega sin ser previsto y que nos enseña más de lo que aprenderemos durante toda nuestra vida.-
Confieso haber cerrado los ojos para escribir y haber obligado a las lágrimas a callar. Confieso sentir que nada anda bien en este momento, aún sabiendo que unas pocas cosas son las que andan mal. Confieso sentirme bipolar y ajena a los sentimientos que me invadían ayer, sentir que este tema no me pertenece y que esta vida no es mia. Confieso que me he inspirado en la soledad de un extraño, en la nostalgia de una película, en el vacío de una pelea, en la inseguridad de ese te amo, en la frustración de la lluvia, en el desmerecimiento de una acción. Confieso no saber hablar pero sí escribir. Confieso pensar que la vida que se lleva aquí es insana y que no puedo esperar para salir corriendo. Confieso que si mi ventana no estuviera protegida, ahora no estaría aquí. Confieso tener lágrimas en los ojos.-
(And I still watin' for his big gesture - Chasing Liberty)