Tuesday, November 10

10 XI

Me olvidé de sonreír tres veces por día y dar las gracias por estar viva. El vacío es inmenso y las palabras son huecas, no me quedan neuronas, no me hace efecto la droga, puede ser que los dedos de mis pies se queden pegados al piso mientras camino y no me voy a dar cuenta hasta que me ponga los calcetines a la mañana siguiente. Es que el aire me sofoca y el sol que me está quemando, el ruido de la ciudad que me pone tensa y todas las emociones que ya no sé canalizar me ciegan los caminos blancos y me queda el verde escaso cuando miro por la ventana. Quiero quedarme en silencio un rato y sacarme las lágrimas que se me atoraron en los ojos y que me están pudriendo el cerebro. Ya no me duele tanto la guata pero el dolor todavía es insoportable y me estoy dando cuenta que el desgaste físico no me pesa tanto como el deterioro mental, y ni hablemos de lo que me pasa en el corazón porque eso ya da para cien textos más. No sé de dónde sacar la fuerza, ni las ganas, ni la energía. Cada pequeño pasito hacia adelante son 5 grandes pasos hacia atrás y no doy más a este ritmo. Las palabras me enchuecan los labios y los pensamientos se convierten en pucheros, estoy harta de mendigar hombros para llorar por cada pequeña canción que hace clic tres veces en mi cabeza y se desata el torrente de lágrimas incontrolables y patéticas. Ha pasado tanto tiempo, la gente que se deja atrás cambia tanto y si hoy retomara lo que dejé en el camino hace tres meses sería todo tan distinto. No le tengo tanto miedo a los cambios como al futuro y a la incertidumbre, no lloro tanto por la pena si no por la insensibilidad con la que actúe en algunos momentos de la vida, no es la soledad lo que me pone triste, es darme cuenta que estoy sola por decición propia y que he cambiado tanto. Se me fueron las ganas de reír porque sí y de condimentar el mundo con la palabrería incoherente que le sacaba sonrisas a las personas que no saben reír por sí solas, y ahora me convertí en una de ellas. Estoy volando, no sé dónde estoy, la vida se pasa rápido mientras escribo y todos los planes que tenía para vivirla hoy se me quedan en la punta de los dedos y se caen por las mañanas, al prender el incienso de cannabis el mundo se achica y cabe en mi habitación sin que tenga que abrir la ventana y ya me estoy ahogando otra vez. La gata dio vuelta el florero. Tiene sed. Se moja el piso y Piñera lo seca como el papel más absorvente del planeta. Dijo no sé qué cosas en el debate de anoche, pero me da igual. Se seca el piso. Ahora mi mamá se quiere sentar al lado mio en el sillón y yo no quiero que vea mientras escribo esto, pero qué más da. Que más puedo hacer que darle las gracias por no matarme por que me saqué un 2,7 en la prueba de química -para la que más encima estudié-. Creo que voy a comer pan de pascua. Y voy a recoger a Piñera del suelo, aunque lo odio. Voy a abrir la puerta para que entre la puesta de sol, es lindo que en mi casa se pueda hacer eso. Quiero reírme, pero mi mamá se para y se va donde la Memé, a no sé qué. Me tinca que se quiera escapar de aquí igual que yo, pero como ella tiene llaves de la casa, un auto, y libertad; puede. No como yo. Yo me tengo que quedar aquí mientras ella aprovecha cada oportunidad para escabullirse entre la muchedumbre de esta cuadra y me deja mirando a la Sofi, que se porta horrible ultimamente y es súper manipuladora. Se quedó pegada en la crisis de los dos años, donde se ponen insoportables, y lo peor es que por mucho que me paresca la cabra chica más pesá del mundo obvio que no puedo dejar de amarla. Soy una noche sin compromiso haciendo cochinadas con la luna, soy una ilusión. Me convierto en polvo y viajo con los ojos cerrados a la estratósfera mientras el relój da las 19:20 minutos y pienso en dónde está mi papá. Porque mi mamá se fue donde la Memé. Y el pan de pascua? Llevo más de una hora escribiendo aquí y llorando calladita. Me quiero volar como las semillas de pasto que plantamos en el antejardín. Y volar un rato hasta caer en algún lugar que me haga crecer, un suelo fértil, no una noche ajena. Volar. Siempre quise volar. Se me acabaron las palabras. Hoy de nuevo sentiré miedo al dormirme porque no quiero despertar pensando que es sábado, no quiero soñar con el fin del mundo y no quiero apagar mi escaldazono para no contaminar tanto. Es injusto el mundo. Los planetas son muy grandes, y el cielo es azul.-

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