Wednesday, June 23
23 de junio.
Me pregunto a cada rato si todo esto vale la pena. El dolor de huesos por el frío, mojarse las patitas por que justo se puso a llover cuando salí del metro, que se me duermen los dedos de tanto escribir y que mi espalda me pida a gritos irme a la camita... me pregunto si vale la pena saber tanto de Roma y de los barbitúricos y saber las respuestas de la prueba para que en ese libro figuren notas suficientes. Destapo el conducto de las divagaciones varias que siempre van a dar directo al botón de 'crear entrada' sólo 5 minutos entremedio de toda una noche. Me duele tanto el cuello... pienso en mis aros, y de alguna forma me siento ofendida, nadie sabe lo de mis aros, creo que a nadie le importa mucho. Pienso en mis dedos y en mi pelo, que no tengo tiempo para cuidarlo, que no tengo ganas de hacerlo, que no tengo plata ni mucho ánimo... y puedo ver en cada hebra de ácido desoxirribonucleico un pedacito de todas las preocupaciones, las escapadas, las rabias, los llantos y muchas risas que le quitan o le dan vida a las mechitas chasconas. Siento un poco de miedo por todo lo que viene y por todo lo que se va, por las cosas que aprendí a no necesitar, por las personas que llegan caídas del cielo a mi vida y aquellas que he decidido alejar para siempre. También pienso en las coincidencias y en el auto azul, en las miradas sospechosas y en esa película cursi que vi una vez, esa que estaba en francés y le faltaban la mitad de los subtítulos pero creo que al final igual la entendí. Se pueden comparar. La forma tétrica en que todo en mi se paralizó cuando la mirada recorrió mi paraguas blanco y me ofreció ayuda para cruzar. Ese auto tan azul y yo tan pasmada, parada ahí bajo la lluvia, mirando como la boca contorneaba unas palabras que no escuché bien por que casi se ahogaban entremedio de todos los pensamientos... y empezar a correr, y estar tan loca como para correr de esa manera, como para mojarme los pies de esa forma y cerrar el paraguas para mojarme un poco y despertar de ese trance extraño que logré sacar de mis pensamientos hasta ahora, pasada la medianoche por un minuto, recuento del día, recuento de sensaciones, de pensamientos, de personas, de coincidencias. Quizás lo sabía, quizás en serio fue una coincidencia, quizás lo soñé. Pero yo me acuerdo de estar parada con mi paraguas blanco y alguna canción random en los oídos. Y después estaba ella parada adelante de mi diciendo algo y luego estaba corriendo, lejos, no necesito este tipo de emociones en mi vida. Entonces ahora, cumplidos mis 5 minutos de recreo vuelvo a Roma, para comprender por qué Aníbal a sus nueve años jura que odiará durante toda la eternidad. Me hundo en el mar egeo y mis pensamientos se alejan, de a poquito, hasta encontrar una nueva oportunidad para nadar por encima del alcohol y el café y sentarse en mi cerebro. Por ahora quedan en el pasillo. Esta oruga va a trabajar.
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