Estoy esperando como esperé durante años. Sentada con las manos ocupadas en mi pelo o en mi ropa, tranquila pero ansiosa, con los ojos cristalizados por las lágrimas que no deben salirse. Estoy esperando aquí sentada y miro para cualquier parte a pesar de que quisiera no mirar el camino por el cuál se supone que llegará algo o alguien, por que así será una sorpresa -aunque más que esperada- pero sorpresa al fin y al cabo. Espero por ese gran gesto, el único gran gesto, por que me lo debes, me debes algo y no he querido cobrarlo pero en silencio espero. Tranquila aunque ansiosa, temblando de nervios o de frío o de celos quizás, temblando de miedo a que nunca te des cuenta lo que espero que me devuelvas por que hace falta por estos lados. La incoherencia ha llegado a su punto máximo y justo cuando creo que la espera ha terminado me doy cuenta que en realidad solo está empezando un camino de malditas vicisitudes, algo más que predecible pero no aceptable para mi. Me muevo de un lado a otro y ya no pienso en todo el tiempo que ha pasado sino en todo el tiempo que me queda aquí esperando, sentada, con las manos siempre ocupadas, pensando y preocupandome de cuánto tardarás en notar todas estas cosas que siempre te he dejado un poco escondidas esperando que quieras encontrarlas, mientras trato de averiguar si algún día acabarás de atar cabos sueltos y me preguntarás de una vez por todas qué es lo que espero de ti.
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