Basta una pequeñísima chispa sobre un charco de gasolina para iniciar fuego. El fuego se extiende sobre todo el charco y a veces se extiende aún más, incendiando, ardiendo, quemando más de la cuenta. Basta una pequeñísima brisa para avivar más el fuego y una gran cantidad para apagarlo de una vez. Cuando el fuego se apaga, todo a su paso se ha convertido en cenizas. Después de que el fuego arde sobre la gasolina, el olor te queda impregnado dentro de la nariz por meses. Y cuando están las cenizas frente a tu cara, y recuerdas cada centímetro del fuego que arrasó con todo, tomas la mayor cantidad de aire posible y lanzas al olvido las cenizas de un solo soplido. Es posible que cada vez que vuelvas a ese lugar recuerdes el olor que se mimetizó durante un tiempo con el aire, o que de vez en cuando encuentres restos de algo que se quemó y nunca lo habías notado. Pero lo más importante es que si hubo fuego, quedan cenizas, y a las cenizas; se las lleva el viento.-
(Estoy lista para que tus cenizas se las lleve la brisa de mañana)
(Estoy lista para que tus cenizas se las lleve la brisa de mañana)
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