Pasa de vez en cuando, cuando miras a tu alrededor y te das cuenta que no falta nada. El momento se hace de rogar, te hace sufrir, no se entrega fácilmente, pero no es tacaño y cuando viene en serio viene con todo. Entonces de vez en cuando miras alrededor y sientes que no falta nada, miras hacia atrás y te das cuenta que todo ha servido para algo, miras para adelante y te dan ganas de que la vida continúe con este curso tan extraño que a veces te confunde y te pone de mal humor; pero que también trae consigo (de vez en cuando) un perfecto momento de felicidad. Por eso vale la pena. Por esos cuadraditos de dulce, perfecta, plena, inmensa, inexplicable felicidad; vale la pena todo lo demás. Hoy fue un día perfecto, con todo, con los altos, los bajos, el sueño, el llanto, el dolor de guata, el aburrimiento, el helado, la conversa, los errores, la gente, las palabras, el tino, el desatino. Todo fue bacán porque ahora me siento bacán. Porque hoy descubrí que vale la pena estar feliz y no llorar tanto (o llorar menos). Todo se mueve al ritmo y es tan cool, ahora yo decido, yo vivo, yo existo. Que día más bonito. Al final hasta valió la pena echar de menos a los que faltaron, porque ahora amo más.
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