Friday, August 12

Bitácora de vigilancia de puerta frontal.

Hace frío y nos hemos aburrido de fumar. Cada uno se busca un lugar bajo otro brazo, un besito esquimal, un apapacho para arrancar del frío, una frazada compartida, otra ronda de café. Arriba del muro de entrada tenemos una visión perfecta, la calle hacia arriba y hacia abajo, una mirada hacia el norte y otra hacia el sur. Desde arriba del techo vigilamos el movimiento en el paradero y la gente que se mueve para el lado de la plaza. La hora parece que no avanza, porque de ser las doce a ser las seis nada cambia y siempre falta mucho para el cambio de turno. Ya no hablamos de educación, ni de equidad, ni de derechos; ahora hablamos de música, de tele y de comida. Los celulares se están descargando y los carabineros llegan de vez en cuando a preguntarnos como va la cosa. La noche no termina nunca y siempre hace mucho frío para ir a hacer rondas al portón de atrás. El café se prepara en serie, quince vasos de una sola vez, y se termina en cinco minutos para que nos estemos congelando otra vez. No pasa nada, pero podría pasar, entonces no nos podemos bajar del muro pero de todas formas tenemos los dedos demasiado entumidos como para anotar quién cumple el turno y quién duerme mientras tanto. No queremos dormir. Nos obligan a dormir. Todo funciona aquí por consciencia, los que no se levantan son los que van a la reunión en la mañana, y los apapachamos en la noche para que cuando despierten estén felices y logren los cambios que necesitamos; los que no duermen los sacamos de los turnos a la fuerza, porque gente que no duerme no está despierta y anda hueona; los que duermen dos horas y se levantan a trabajar son los ídolos, y los que preparan comida son dioses. Aquí funciona todo así, por lo que queremos y para lo que queremos. Aquí en la toma tenemos hambre, frío y sueño; pero estamos todos terrible contentos porque somos fuertes y sacamos la voz. Estamos todos conscientes y responsables. Estamos grandes. Y ya no tenemos miedo.

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