Tuesday, July 28

Trecientos sesenta y cuatro días.


El semáforo dio verde y me paré a la mitad de la calle con los ojos cerrados, los brazos abiertos y los pies separados. Conté hasta tres aguantando la respiración. Y ahí me quedé, esperando la muerte o esperando un milagro, confiándole mi vida a la suerte. Decidí no abrir los ojos hasta el día siguiente. Decidí, insisto, por decisión propia y por propio querer. De querer hablar no hablaría, de querer soñar no soñaría, pero ahora que quiero vivir... ahora que quiero vivir es cuando te tengo aquí y no podría ser más feliz.

(no sé si lo pensé antes)

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